22nd July – Blenheim Palace

¿Os hemos contado ya la cantidad de marcas de cereales que hay en este país? Algunas familias nos ponen sobre la mesa tres variedades, e incluso hay una familia que tiene un estilo de cereales diferente para cada día de la semana. Esta peculiaridad a la hora del desayuno, y la gran pasión de los ingleses por las salsas, es una de las cosas que hemos aprendido de vivir con familias británicas.

Bien desayunados, nos reunimos en el colegio intentando cumplir con la minuciosa puntualidad de los profesores. Tras unas horas de clase, comemos y nos subimos al autobús que nos lleva al Palacio de Blenheim, nuestro destino de hoy.

Conocido por ser donde nació el Primer Ministro británico Winston Churchill, el palacio de Blenheim  es la residencia de los duques de Marlborough y uno de los mayores palacios de todo el país. Antes de comenzar el tour guiado, nos llama la atención que no se puede caminar por dos zonas rectangulares frente a la entrada principal. “Keep off”, dice el letrero que separa la gravilla prohibida de la idéntica gravilla permitida. Curioso… Tanto, como que no acepten “palos selfie” en el interior del palacio. Acatamos las normas y comienza la visita por las numerosas salas del palacio: la verde, la roja, la de porcelana, la de los soldaditos de plomo…Y en las paredes, infinitos retratos de los ilustres personajes de la historia británica relacionada con el palacio. Terminamos la visita en los jardines; una imagen vale más que mil palabras, así que en vez de describirlo, os invitamos a que veáis las fotos.

Antes de volver al autobús, algunos se quedan en la tienda admirando la infinidad de productos que se puede vender a la entrada de un palacio. “La Duquesa de Alba podría hacer lo mismo”, comenta alguien con mucha razón.

Los que no están interesados en las compras encuentran una divertida alternativa: los Pleasure Gardens. Mapa en mano, llegamos a la zona de ocio del vasto terreno aledaño al palacio y descubrimos un laberinto. Parece fácil, por lo que nos decepciona un poco. Sin embargo, pronto descubrimos que habíamos subestimado el recinto: el pasadizo de arbustos es, efectivamente, un laberinto en el que nos hemos perdido irremediablemente ¡se pone interesante! Damos unas cuantas vueltas sin perdernos los unos a los otros y, por fin, salimos con aire triunfante justo a tiempo de coger el autobús.

Mañana más y mejor.

Saludos de Santos y Dolly.

 

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